sábado, 14 de noviembre de 2015

Cuento de hadas


"Enma, el hada de la felicidad"

Enma era un joven muy simpática y de buen corazón . Todo los días recorría la ciudad con su varita en mano en busca de algún niño o niña, al cual pudiera hacer feliz. Enma, como ya habréis imaginado, no era una joven común y corriente, era una hada, el hada de la felicidad.

Día tras día, al caer la noche, Enma tenia que ir a la reunión de las hadas. En la reunión todas sus compañeras contaban aventuras y experiencias sobre lo que les había ocurrido en el día y a los niños que les habían cumplido deseos.

Pero Enma, se iba todas las noches muy triste, porque nunca podía contarles nada, ya que nunca había conocido a alguien que la necesitara realmente. Siempre encontraba niños que pedían dinero o juguetes nuevos. A pesar de que Enma les cumplía los deseos, no dejaba de sentirse triste porque los niños pedían cosas materiales.

Tras pensarlo mucho, Enma, encontró una posible solución, y es que nunca había ido a buscar más allá de la ciudad, en la cual la mayoría de los niños tenían todo lo que sus padres les podían comprar y eso los hacia felices, aparentemente.

A la mañana siguiente, con una energía renovada, decidió que ese día iría al pueblo a probar suerte. Tras unas horas de vuelo por fin llego al pueblo. No tardó mucho en encontrar a unos pequeños niños que jugaban con arena. Enma se acercó a ellos y les dijo:

– Hola, me llamo Enma, soy el hada de la felicidad y vengo a concederles un deseo. ¿Cómo os llamáis?

– Yo soy Julia – Respondió la niña

– Yo me llamo Juan – Contestó el.

– Bueno, ¿ y qué deseo os gustaría que os concediera?

Tras unos minutos de pensarlo y discutir,los dos, dijeron al mismo tiempo:

– Desearíamos que estos pasteles de arena que estamos haciendo se convirtieran en reales, para darles un poco a todos nuestros amigos.

Enma se sorprendió mucho, ya que por primera vez había escuchado un deseo sin pretensiones y lleno de bondad. Nunca había pensado que, algún día, escucharía un deseo para nada ambicioso. Con lagrimas de felicidad en los ojos movió su varita y convirtió los pasteles de arena en pasteles de chocolate.

Ese día varias personas fueron felices, en primer lugar todos los niños que comieron los pasteles y también Enma, quien por fin tuvo algo que contar en la reunión de esa noche y aprendió que, los mejores deseos, son aquellos que buscan beneficiar a otros también.


FIN

FDO: Gemma Rodríguez Casero 


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