Érase
una vez un boli llamado Azulita que vivía con sus papás y su hermana. Todas las
mañanas se abrigaba mucho con su tapita en la cabeza y el abriguito de lana y
se iba a andar por el parque. Cuando terminaba de andar, se iba a comprar el
desayuno a un sitio que tenía muchísimos tipos de galletas. Un día se compraba
las galletas Tosta Rica, otro día unas galletas con chocolate… pero las que más
la gustaban eran las Campurrianas. Mientras desayunaba veía un ratito las
noticias y hablaba con su mama para ver que iban a comer, porque, a que no
sabéis una cosa… ¡la encantaba cocinar! Pero lo que más la gustaba era estudiar
lo que le mandaban los profesores y así aprender muchas cosas que dentro de
unos añitos iba a enseñar a sus alumnos.
Se
iba por las tardes a la universidad y se lo pasaba muy bien con sus amigas
Rosita, Naranjita, Amarillita y Moradita. Las gustaba mucho contarse sus
cositas y darse abrazos ya que cuando se abrazaban pasaba algo muy bonito… ¡las
paredes de la clase cambiaban de color por unos segundos! Se ponían verdes,
amarillas, rojas, grises… de todos los colores! Cuando terminaban las clases se
iban todas con sus mochilitas donde metían sus cuadernillos en los que
escribían los apuntes. Se ponían muy tristes cuando terminaban las clases, no
solo porque hasta el día siguiente no se iban a ver, sino también porque tenían
que correr para coger el tren y eso no las gustaba nada.
Todas
las tardes después de clase, Azulita se iba a cenar con su abuelita ya que la
gustaba mucho las comiditas que la preparaba. Pero lo que más la gustaba era
hacer punto con su abuelita. Se ponían las dos a hacer jerséis, chaquetillas,
bufandas… y se lo pasaban genial juntas! Pero Azulita no se podía quedar mucho
tiempo con su abuelita porque tenía que volver a casa para dormir en su tacita
muy tapadita con una mantita que le había hecho su abuelita y así estar
descansada para el día siguiente.
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